Enseñar es compartir
Artículo escrito por, Mª Angeles Tejada, Directora General de Public Affairs de Randstad ESPAÑA
Hace muchos años, quizás demasiados para mi gusto, que leí una de estas frases mágicas, que retan el sentido común y que forman parte de nuestras convicciones, siempre y cuando nos las creamos; se refería al “enseñar a pescar” algo más importante que resolver puntualmente durante un día, una semana, un tiempo el problema de dar de comer a otro.
Esta misma metáfora, puedes aplicarlo en todo y ésa es la razón de la educación de vida y como no, la energía que nos mueve a todas las mujeres para emprender, tener una idea, creer en ella, practicarla hasta el punto de convertirla en un hábito y persistir hasta que conforme nuestro carácter; ya que no somos sólo lo que comemos-ahora estamos en la moda del eco-ligth- sino todo lo que hacemos y sobre todo lo que otros perciben.
Quizás por esta razón, siempre tienen un atractivo especial para mí, aquellas personas que actúan mucho más que lo que hablan, un ejemplo claro, es lo que está pasando con la “crisis” de los refugiados, un problema que no viene de las recientes guerras en oriente medio, sino que nace de la enorme pobreza y desigualdad que sufren los países del tercer mundo y que les obligan a salir de sus casas y de sus países, simplemente para poder sobrevivir con dignidad.
Poco pueden contarnos a las mujeres, lo que significa la responsabilidad de alimentar una familia y mucho menos a estas madres, hijas y abuelas que viven en países asolados por el hambre, la guerra y la demagogia constante de sus políticos y de esos “amos del mundo” que no son otros que los que finalmente controlan la economía. Sobran tanto las palabras como la permanente hipocresía, pues al mismo tiempo que se mandan toneladas de alimentos para aliviar (algo) el hambre, se esmeran en propiciar revueltas, fabricar armas y especular con los recursos naturales de esta gente, hasta esquilmarlos, corrompiendo a su políticos.
Hay una frase de Mercedes Sosa, sobre la cultura, dice que gracias a ella vemos la miseria y sabemos cómo combatirla, claro que para ello hay que tener la voluntad de querer hacerlo y a menudo dudo que la gente que lidera el mundo, quiera realmente resolver la pobreza extrema.
Muy poco aprendimos de la gran guerra del siglo pasado, cuando creamos guetos en Grecia o en Turquía o en muchas ciudades, para resolver el tema de la integración de los refugiados, tampoco es cuestión de dar miles de millones de euros para alejar el problema. Las mujeres deberíamos saber algo de eso, que se llama la comunicación, la educación; se puede empezar a transformar la vida de alguien simplemente con escucharlo y sonreírle.
Nuestras abuelas aprendieron a multiplicar los platos de puchero para dar de comer a familias y a veces vecinos en épocas difíciles, a eso se le llama compartir y les aseguro que no hay otra fórmula en los azares de la vida; las empresas que crecen son capaces de compartir su conocimiento entre sus colaboradores, los líderes y maestros de ambos sexos, enseñan formas aprender de nuevo.
Si la cultura no nos permite entender que más allá de la digitalización, internet o la tecnología, debemos eliminar la pobreza extrema, es que no hemos aprendido nada, no es cuestión de hablar de valores, sino de convertir cada acto de nuestra vida en una experiencia que tenga sentido para los demás, en otro caso nos habremos equivocado y éste error, al menos yo, no voy a permitírmelo.